
Marmanillo era el héroe de la aldea de P. porque en ella
había nacido, y, aunque en sus puertas se realizara una poco afortunada
escaramuza, en la cual caballo y caballero salieron disparados al empuje de un
puñado de chapetones, eso, a juicio de las gentes patriotas de P. no quitaba
nada a su valor y merecimientos, pues era sabido que la tal escaramuza se
perdió porque el Capitán Crisóstomo Ramírez, dueño hasta el año 23 de un lagar
y hecho capitán de patriotas por Marmanillo, no acudió con oportunidad al lugar
del suceso.
Los de P. guardaban por el coronel de milicias recuerdo
venerado. La peluquería llamábase "Salón Marmanillo"; la encomendería
de la calle Derecha, que después se llamó "28 de Julio" tenía en letras
rojas y gordas, sobre el extenso y monótono muro azul, el rótulo Al descanso de
Marmanillo y por fin en la sociedad Confederada de Socorros Mutuos, había un
retrato al óleo, sobre el estrado de la directiva en el cual aparecía el héroe
con su color de olla de barro, sus galones dorados y una mano en la cintura,
fieles traductores de su gallardía miliciana.
Digo que el sauce era joven, de unos treinta años y se
llamaba Hebaristo, porque como el farmacéutico tenía el aire taciturno y
enlutado, y como él, aunque durante el día parecía alegrarse con la luz del
sol, en llegando la tarde y sonando la oración caía sobre ambos una tan
manifiesta melancolía y un tan hondo dolor silencioso, que eran de partir el
alma. Al toque de ánimas Hebaristo y su homónimo el farmacéutico, corrían el
mismo albur. Suspendía éste su charla en la botica, caía pesadamente sobre su
cabeza semicalva el sombrero negro de paño, y sobre el sauce de la parcela
posaba el de todos los días gallinazo negro y roncador.
Luego la noche envolvía a ambos en el mismo misterio, y, tan
impenetrable era entonces la vida del boticario cuanto ignorada era la suerte
de Hebaristo, el sauce...IIEvaristo Mazuelos, el farmacéutico de P. y
Hebaristo, el sauce fúnebre de la parcela eran dos vidas paralelas; dos cuerdas
de una misma arpa; dos ojos de una misma misteriosa y teórica cabeza, dos
brazos de una misma desolada cruz; dos estrellas insignificantes de una misma
constelación.
Mazuelos era huérfano y guardaba al igual que el sauce, un
vago recuerdo de sus padres. Como el sauce era árbol que sólo servía para
cobijar a los campesinos a la hora cálida del medio día, Mazuelos sólo servía
en la aldea para escuchar la charla de quienes solían cobijarse en la botica; y
así como el sauce daba una sombra indiferente a los gañanes mientras sus raíces
rojas jugueteaban en el agua de la acequia, así él oía con desganada
abnegación, la charla de los otros, mientras jugaba, el espíritu fijo en una
idea lejana, con la cadena de su reloj, o hacía con su dedo índice gancho a la
oreja de su botín de plástico, cruzadas, unas sobre otras, las enjutas magras
piernas.Habíase enamorado Mazuelos de la hija del Juez de Primera Instancia,
una chiquilla de alegre catadura, esmirriada y raquítica, de ojos vivaces y
labios anémicos, nariz respingada y cabellos de achiote, vestida de pintitas
blancas sobre una muselina azul de Prusia, que pasó un mes y días en P. y allí
los hubiera pasados todos si su padre el doctor Carrizales no hubiera caído mal
al secretario de la subprefectura, un De La Haza, que era, a un tiempo,
redactor de “La Voz Regionalista” singular decano de la prensa de P.El doctor
Carrizales, magüer su amistad con el jefe de la región hubo de salir de P. y
dejar la judicatura a raíz de un artículo editorial de “La Voz Regionalista”,
titulado “¿Hasta Cuándo?”, muy brillante y tendencioso, en el cual se
recordaban entre otras cosas desagradables, ciertos asuntos sentimentales
relacionados con el nombre, apellido y costumbres de su esposa, por esos días
ya finada, desgraciadamente.La hija del juez había sido el único amor del
farmacéutico cuyos treinta años se deslizaron esperando y presintiendo a la
bienamada. Blanca Luz fue para Mazuelos la realización de un largo sueño de
veinte años y la ilustración tangible y en carne de unos versos en los cuales
había concretado Evaristo, toda su estética.
Los versos de Mazuelos eran, como se verá, el presentido
retrato de la hija del doctor Carrizales, y empezaban de esta manera:Como una
brisa para el caminante ha de serla dulce dama a quien mi amor entregue;quiera
el fúnebre Destino que pronto lleguea mis tristes brazos, que la están
esperando, la dulce mujer...Bien cierto es que Mazuelos desvirtuaba un poco la
técnica en su poesía; que hablando de sus brazos en el tercer pie les llama "tristes"
cosa que no es aceptable dentro de un concepto estricto de la poética; y que la
frase “que la están esperando” está íntegramente demás en el último verso; pero
ha de considerarse que sin este aditamento, la composición carecería de la idea
fundamental que es la idea de espera y, que el pobre Evaristo, había pasado
veinte años de su vida en este ripio sentimental: esperando.Blanca Luz era
pues, al par, un anhelo de farmacéutico y la realización de un viejo sueño
poético. Era el ideal hecho carne, el verso hecho verdad, el sueño transformado
en vigilia, la ilusión que, súbitamente, se presentaba a Evaristo, con unos
ojos vivaces, una nariz respingada, una cabellera de achiote; en suma: Blanca
Luz era, para el farmacéutico de “El amigo del pueblo”, el amor vestido con una
falda de muselina azul con pintitas blancas y unas pantorrillas, con medias
mercerizadas, aceptables desde todo punto de vista...IIIHebaristo, el
melancólico sauce de la parcela, no fue, como son la mayoría de los sauces,
hijo de una necesidad agrícola; nó. El sauce solitario fue hijo del azar, del
capricho, de la sinrazón. Era el fruto arbitrario del Destino. Si aquel sauce
en vez de ser plantado en las afueras de P..., hubiera sido sembrado como era
lógico, en los grandes saucedales de las pequeñas pertenencias, su vida no
resultara tan solitaria y trágica.
Aquel sauce, como el farmacéutico de “El amigo del pueblo”,
sentía desde muchos años atrás, la necesidad de un afecto, el dulce beso de una
hembra, la acaricia perfumada de una unión indispensable. Cada caricia del
viento, cada ave que venia a posarse en sus ramas florecidas hacían vibrar todo
el espíritu y el cuerpo del sauce de la parcela.Hebaristo que tenía sus ramas
en un florecimiento núbil, sabía que en alas de la brisa o en el pico de los
colibríes, o en las alas de los chucracos debía venir el polen de su amor, pero
los sauces que el destino le deparaba debían estar muy lejos, porque pasó la
primavera y el beso del dorado polen no llegó hasta sus ramas
florecidas.Hebaristo el sauce de la parcela, comenzó a secarse, del mismo modo
que el joven y achacoso farmacéutico de “El amigo del pueblo”. Bajo el cielo de
P…, donde antes latía la esperanza, cernió sus alas fúnebres y estériles la
desilusión.IVEnvejeció Evaristo, el enamorado boticario sin tener noticia de
Blanca Luz. Envejeció Hebaristo, el sauce de la parcela, viendo secarse,
estériles, sus flores en cada primavera. Solía, por instinto, Mazuelos, hacer
una excursión crepuscular hasta el remoto sitio donde el sauce, al borde del
arroyo, enflaquecía. Sentábase bajo las ramas estériles del sauce, y allí veía
caer la noche. El árbol amigo que quizás comprendía la tragedia de esa vida
paralela, dejaba caer sus hojas sobre el cansino y encorvado cuerpo del
farmacéutico.
Un día el sauce, familiarizado con la muda compañía doliente
de Mazuelos, esperó y esperó en vano. Mazuelos no vino. Aquella misma noche un
hombre, el carpintero de P… llegó con tremenda hacha he hizo temblar de
presentimiento al sauce triste, enamorado y joven. El del hacha cortó el
hermoso tronco de Evaristo, ya seco, y despojándolo de las ramas lo llevó al
lomo de su burro hacia la aldea, mientras el agua del arroyo lloraba, lloraba,
lloraba: y el tronco rígido, sobre el lomo del asno se perdía en los baches, y
lodazales de la Calle Derecha, para detenerse en la "Carpintería y
confección de ataúdes de Rueda e hijos"...Por la misma calle volvían ya
juntos, Mazuelos y Hebaristo. El tronco del sauce sirvió para el cajón del
farmacéutico. “La Voz Regionalista”, cuyo editorial “¿Hasta Cuándo?”, fuera la
causa de esta muerte prematura, lloraba ahora la desaparición del “amigo noble
y caballeroso empleado cumplidor y ciudadano integérrimo”, cuyo recuerdo no
moriría entre los que tuvieron la fortuna de tratarlo y sobre cuya tumba, (el
joven de la Haza) ponía las siempre vivas, etc.
El alcalde municipal señor Unzueta, que era a un tiempo el
propietario de “El amigo del pueblo”, tomó la palabra en el cementerio y su
discurso, que se publicó más tarde en “La Voz Regionalista”, empezaba: “Aunque
no tengo las dotes oratorias de otros, agradezco el honroso encargo que la
Sociedad de Socorros Mutuos ha depositado en mí, para dar el último adiós al
amigo noble y caballeroso, al empleado cumplidor y al ciudadano integérrimo,
que en este ataúd de duro roble”… y concluía: “¡Mazuelos! Tú no has muerto. Tu
memoria vive entre nosotros. Descansa en paz”.
Al día siguiente el dueño de la “Carpintería y confección de
ataúdes de Rueda e hijos” llevaba al señor Unzueta una factura:“El señor
N.Unzueta a Rueda e hijos… Debe... Por un ataúd de roble… soles 18.70”-Pero si
no era de roble- arguyó Unzuetaa. Era de sauce...-Es cierto -repuso la firma
comercial “Rueda e hijos”- es cierto pero entonces ponga usted sauce en su
discurso… y borre el duro roble...-Sería una lástima –dijo Unzueta pagandoo-
sería una lástima; habría que quitar toda la frase: “al ciudadano integérrimo
que en este ataúd de duro roble”… Y eso ha quedado muy bien, lo digo sin
modestia: ¿No es verdad Rueda?-Cierto, señor alcalde –respondió la voz
comercial “Rueda e hijos”.
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