E. S: Desde chico tuve pasión por la pintura y la
literatura, y así como garabateé muchos papeles con dibujos y caricaturas,
escribí cositas. En particular cuando me mandaron lejos de mi pueblo, a La
Plata, para seguir el colegio nacional, entonces las largas cartas que escribía
a mis hermanos fueron mi aprendizaje literario.
CEAL: ¿Cómo trabaja? ¿Hace planes, esquemas? ¿Escribe de
manera regular o por épocas?
E.S: Soy extremadamente irregular para el trabajo, y pasan
períodos muy largos en que todo me parece abominable y en que dejo de escribir.
Por otra parte, soy muy destructivo y casi todo lo que realizo lo tiro al
canasto y en ocasiones lo quemo. ¿Planes? Sí, muchos, que luego se van
alterando a medida que la ficción avanza, forzado por la vida propia que toman
los personajes, siempre imprevisibles, al menos para mí. Corrijo mucho, y hay
textos que han tenido hasta seis o siete o diez redacciones. Pero hay que tener
cuidado con el exceso de corrección porque se puede dañar el material que surge
desde la inconsciencia.
CEAL: Se dice que todo escritor tiene sus temas constantes
que definen su obra, ¿Cómo definiría usted los suyos?
E. S: Sí, creo que lo único que verdaderamente importa es
escribir sobre las obsesiones más profundas que acosan desde los estratos más
profundos de la inconsciencia. En cuanto a mis obsesiones, pueden advertirlas
todos los lectores.
CEAL: ¿Cuál sería, a su juicio, el lector ideal de su obra?
E. S: Alguien que goce y sufra en los momentos en que yo
mismo he gozado y sufrido escribiendo.
CEAL: ¿Con que interés lee lo que la crítica dice sobre sus
obras?
E. S: Creo que uno debe ser capaz de escribir lo que siente
sin pensar en la crítica. En suma, hay que escribir para los lectores, no para
los críticos.
CEAL: ¿En relación con qué autores argentinos o extranjeros
piensa usted su propia obra?
E. S: Yo he tratado, simplemente, de escribir lo que me ha
atormentado. Pero si se pregunta por influencias, creo que he recibido la
influencia de todos los escritores que me apasionaron. La lista la hago al
correr de la maquina, no es completa ni nada que se le parezca; los románticos
alemanes, los rusos, Thomas Mann, Stendhal, los nórdicos como Strindberg,
Faulkner, Proust, Kafka. Y, de aquí, Sarmiento y Roberto Arlt.
CEAL: ¿Cuáles son las cualidades más importantes en un
escritor?
E. S: Siento de modo supremo a los creadores que han
escritor con fervor, con autenticidad, con fanatismo. Los prefiero a los que
producen literatura por deleite verbal, como fue, en cierto modo, Lugones. Los
que anteponen la palabra a la intuición poética. Caludel dijo que las palabras
no hicieron La Ilíada, sino fue la Ilíada que hizo las palabras (…) opino que
en todo gran arte no pueden separarse esos dos términos (“fondo” y “forma”),
puesto que el fondo se da inevitablemente formado y la forma es necesariamente
contenido. Si el fondo fuera lo decisivo, no se podría comprender cómo con un
“argumento” trivial de su tiempo Shakespeare levantaba una gran tragedia. Es
precisamente ese principio el que me hace poner en cuarentena una literatura
que dé preeminencia a la forma; del mismo modo, aunque a la inversa, que me
pongo en guardia contra esas famosas “literaturas de contenido”, como en el
caso del realismo socialista y otras actitudes edificantes.
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